martes, 1 de mayo de 2012

La conservación de colecciones fotográficas en los tiempos de crisis



II Jornadas de Fotografía Histórica de Canarias

Introducción

Pertenezco a esa bendita mayoría para la que subprime, carry trade, Lehman Brothers Holding Inc o U.S. Home Construction Index eran palabras necesariamente ajenas. Soy conservador-restaurador de patrimonio, ello me excluye de tener que preocuparme por los altibajos de cualquier cartera de inversion. El 9 de agosto de 2007 los cimientos económicos del primer mundo sacudieron los dinteles de los países y los gobiernos; desde entonces la mayor crisis financiera de los ultimos 80 años  es una realidad.

No es este el espacio para el ejercicio de señalar culpables, pero si el de advertir que si la impericia, la negligencia o el desconocimiento convierten al patrimonio cultural en una víctima colateral de esta situación, los ciudadanos seremos empobrecidos por partida doble y perderemos una de las piedras angulares de nuestra identidad nacional.

Las actuales convulsiones económicas producen un hecho incontestable: hay menos dinero disponible y su utilización exige de criterios por parte de quienes se arrogan la experiencia requerida para saber gestionar unos presupuestos claramente menguados. La redistribución de los recursos económicos es una estrategia intelectual que debe unir de manera sostenible objetivos irrenunciables con los medios que tenemos para alcanzarlos; ello dista de los recortes propuestos desde muchas administraciones que utilizan la teoría del segalari[1]: dejemos toda la hierba a ras de tierra que ya volverá a crecer, eso es dar por hecho que el patrimonio se regenera, craso error.

Consideraciones previas
Los bienes culturales de un país no son algo remoto depositado en los archivos y los museos, forman una parte capital de los activos de una comunidad y dan origen a un sector económico cuya contribución al producto interior bruto (PIB) es mensurable. Este importante y complejo tejido social sostiene todo un mundo de campos profesionales asociados a dicho sector, donde el producto de la creación artística y cultural cimenta el trabajo de colectivos tales como: coleccionistas, críticos, galeristas, editores, profesores de enseñanza media y superior, investigadores, comisarios, compañías de seguros, transportistas especializados, enmarcadores, guardias de seguridad, librerías, suministradores de materiales artísticos y de conservación, imprentas, empresas de comercialización de materiales tecnológicos, conservadores-restauradores, archiveros, curadores, casas de subastas, técnicos informáticos, montadores, servicios de limpieza y mantenimiento, ministros de cultura, consejeros autonómicos, directores generales, concejales, asesores y un largo etc.
La cultura no es algo prescindible o mutilable, relegada a la fluctuación de los ciclos económicos; no constituyen una forma de ornato social apto solo en los tiempos de bonanza.
El arte y la cultura son un derecho inalienable de los ciudadanos y un elemento capital en los indicadores que establecen la identidad de un país y su nivel de bienestar social. Una parte, cada vez mayor, del turismo que recibe el país ha seleccionado España como destino por sus recursos culturales; ello se traduce en puestos de trabajo en sectores asociados como la hostelería, el comercio, etc.
Los cargos electos por la voluntad popular deberán velar por el desarrollo de cuantas actividades  profesionales contribuyen al amejoramiento del cuerpo social y al la elevación del nivel cultural de las colectividades que gestionan; ello implica un adecuado entendimiento de la contribución que cada parte del tejido social realiza en la tarea común a la hora de ordenar los recursos económicos disponibles.
Los gestores de los recursos públicos deberán entender que cualquier decisión que afecte a la infraestructura cultural de la comunidad deberá estar asesorada o consensuada con los colectivos del campo profesional. Ello supone la mejor garantía de transparencia y eficacia en la gestión que les ha sido encomendada.
La contención del gasto
Gestionar los recursos económicos y humanos es una práctica imprescindible y, para quienes conservamos bienes culturales, una práctica habitual en nuestras obligaciones laborales. Siempre hemos entendido que la contención del gasto forma parte de nuestras herramientas de trabajo. Términos como diagnóstico de fondos, ingresos de inicio de gasto, ingresos de final de gasto, tiempo de respuesta, calidades de materiales de protección directa, etc. forman parte del léxico de un campo que está habituado a trabajar con unos recursos económicos muy ajustados y casi siempre insuficientes. Quien conozca cual era la realidad de la conservación de los bienes culturales hace menos de veinte años, podrá compartir el asombro de constatar qué es lo que se ha hecho y con cuánto se ha hecho. El mérito de haber llevado la custodia patrimonial del siglo XVIII al XIX es de todo un colectivo entusiasta que ha trabajado de manera eficiente.
Eficiencia y entusiasmo son dos conceptos que se complementan pero que distan de ser lo mismo. Según el Diccionario de la Real Academia (R.A.E.) el entusiasmo es 1.m. “exaltación del ánimo por algo que causa interés, admiración o placer” 2.m. “sumo interés en algo, que lleva a poner todo su logro y mucho empeño”, mientras que  eficiencia 1.f. “capacidad para lograr un fin empleando los mejores medios posibles”. Sin los adecuados recursos podremos seguir siendo entusiastas (afirmación discutible) pero en modo alguno eficaces.
La conservación de nuestras colecciones en los tiempos de crisis es una estrategia intelectual que requiere de un marco laboral preciso: el conocimiento profundo de las necesidades del patrimonio y la clara voluntad de preservarlo, no solo de que éste sea difundido.
Los bienes culturales están hechos de materia y, especialmente en el caso de las colecciones fotográficas que presentan una gran complejidad morfológica, las atenciones que se prestan al corpus patrimonial dilatan o comprimen su esperanza de vida. De cuantas obligaciones dimanan de nuestra responsabilidad profesional, la primera no es otra que la de garantizar la preservación las colecciones depositadas a nuestra custodia y poder transmitirlas a la próxima generación.
La conservación no es un hecho opcional, es el eje que vertebra y da sentido a las instituciones de la memoria y cuya práctica compartimos archiveros, técnicos  en conversion digital y de otros medios de reproducción, bibliotecarios, conservadores, conservadores-restauradores, etc. que debemos trabajar coordinados y contribuir a dar lo major desde nuestras distintas áreas de competencia.
La conservación de nuestras colecciones descansa en dos pilares fundamentales, la logística adecuada para garantizar tan alta función y el diagnóstico de los fondos como tales o de uno o varios originales. Sin las instalaciones requeridas para la descripción, el acceso, el manejo y almacenamiento de los originales o sin las condiciones medioambientales y de seguridad necesarias, sin la planificación de los posibles desastres y la recuperación de siniestros, cualquier otra acción será incompleta. Los protocolos para garantizar la permanencia de los bienes culturales no son un ornamento, están desarrollados desde la ciencia y su necesidad  y su eficacia han sido comprobadas desde hace décadas.
El diagnóstico de fondos es una técnica de examen que identifica la estructura morfológica de los originales y establece su estabilidad ante los parámetros de deterioro producidos por causas biológicas, químicas y físicas. Es una acción previa a cualquiera otra de cuantas establezca la rutina de trabajo de la institución en que se lleva a cabo la custodia. M. L. Ritzenthaler afirmaba que “Se precisa un entendimiento perfecto de la naturaleza material de un artefacto antes de poder adoptar cualquier decisión que afecte a su conservación preventiva. En efecto, a menos que se conozca la composición física y química de un objeto, éste no puede ser almacenado o incluso manejado adecuadamente[2] El conocimiento de la identidad de un proceso y el establecimiento de su estabilidad afecta de manera directa a como deberá ser manipulado, digitalizado, intervenido o consolidado, cuales seran sus necesidades de protección directa, si podrá ser sometido a explotación cultural o cuales deberán ser los parámetros medioambientales de custodia.
El diagnóstico de fondos es una herramienta científica que permite establecer cual es el tiempo de respuesta[3] de un original o de una secuencia patrimonial, establecer su perfil y jerarquizar los protocolos de intervención en función de la urgencia, de los recursos humanos y de los recursos económicos. Permítaseme poner algunos ejemplos:
El diagnóstico de fondos combinado con las técnicas de ingreso permitirá evaluar los nuevos repertorios propuestos a los archivos para su custodia y crecimiento mediante compras, donaciones, depósitos, etc. y definir:
-       si nuestra preparación y nuestra capacidad logística nos permite ser competentes ante el ingreso. El principio de competencia debe ser considerado siempre en primer lugar a la hora de tomar decisiones que afecten al patrimonio. La mayoría de los bienes culturales que se destruyen se pierden más por impericia que por voluntad expresa, excepción hecha de los conflictos bélicos, las catástrofes medioambientales o motivaciones de índole político o económico.
-       si el ingreso completa los objetivos propuestos por la política de colección y si se ajusta a la mision, mandato, metas y objetivos del archivo o institución receptora.
-       si el ingreso se ajusta al gasto ordinario[4] requerido para su limpieza y consolidación, tratamiento documental, acceso y recuperación, protección directa y custodia o precisa de actuaciones especiales que producen un gasto extraordinario[5] al precisar de intervenciones especiales como  afrontar la  habilitación de depósitos especiales, labores de restauración, tratamientos ante infecciones de origen biológico, la realización artesana de materiales de protección directa para originales fuera de formato, etc. que pueden requerir de la contratación de recursos humanos externos, compra de materiales técnicos, etc.
-       si según el tiempo de respuesta evaluado podemos permitirnos  diferir el afrontar el gasto extraordinario u obliga a intervenciones inmediatas. Los deterioros de origen físico y algunos de origen químico, aquellos en que la actividad química ha perdido su capacidad de seguir produciendo modificaciones en los originales, presentan tiempos de respuesta más largos; ello permite relegar en el tiempo su intervención y nos faculta a utilizar técnicas de protección directa intermedias como empaquetar volúmenes razonables en materiales comprados en bobinas, del tipo de papeles de pH neutro Silversafe™ o pHoton™ o con reserva alcalina como los MicroChamber® o utilizar, cuando sea requerido, plásticos de bajo coste como el polietileno (PE). Los deterioros de carácter biológico y los de origen químico que mantienen su actividad comprimen el tiempo de respuesta y obligan a arbitrar soluciones inmediatas o a muy corto plazo.
El diagnóstico de fondos debe ser realizado antes de aplicar los protocolos de descripción documental y conversion digital, ya que puede producir cambios en la secuencia habitual de trabajo:
-       En igualdad de estado de conservación, debemos primar los negativos frente a las copias. Las matrices negativas presentan especificidades propias; son el verdadero registro de trabajo del autor; pueden contener valiosa información para el entendimiento de las copias como por ejemplo mascaras, guias de reencuadre, aplicaciones realizadas para correguir el contraste, anotaciosnes manuscritas, retoques.
-       Debemos organizar nuestro trabajo de descripción documental y de conversion digital en función del riesgo, las pautas y patrones de deterioro y del tiempo de respuesta de los originales bajo nuestra custodia. Primar el color cromógeno frente a la fotografía argéntea; las matrices negativas sobre soporte de plástico frente a las realizadas sobre vidrio; el material que se ajusta a nuestra política de colección frente a lotes residuales. Solo aquellos archivos que cuenten con las adecuadas medidas medioambientales y sus colecciones presenten una clara estabilidad, pueden modificar los criterios en la jerarquización de su línea de trabajo.
-       Los originales muy fragilizados como los negativos sobre soporte plástico que presenten deterioro por hidrólisis ácida[6], vidrios con un avanzado estado de lixiviación[7], artefactos que presenten la pérdida de adherencia del aglutinante al soporte, etc. tienen muy limitada su manipulación por lo que las labores para su descripción documental o su conversion digital deberán ser postergadas a su restauración.
-       Casi todos los artefactos requieren de cierto nivel de limpieza y/o consolidación, esas labores deberán preceder a la conversion digital para evitar que la suciedad que puede ser eliminada sea trasladada a los ficheros digitales.
-       Los originales que presenten deterioro biológico por infección de hongos, deberán ser tratados con anterioridad para evitar la propagación de la infección por contaminación de escáneres, etc. Si no se dispone de los recursos humanos requeridos, deberá procederse a su conversión digital desde cámara y segregados hasta su intervención.
-       Los originales que requieran ser restaurados deberán ser intervenidos antes de proceder a su conversion digital; a tenor de las pautas de deterioro presente , unos originales podrán ser procesados en los protocolos de descripción documental y otros postergados hasta su restauración.
Son innumerables los ejemplos que cualifican el diagnóstico de fondos como herramienta fundamental en la gestión de las colecciones y tratar de señalarlos todos es innecesario para los profesionales del sector que cuentan con una adecuada formación. Aquellos archivos y colecciones que conocen qué custodian y cual es el estado de conservación de aquello que custodian, tendrán un claro perfil de los fondos a su cargo y la adecuada cartografía para organizar el gasto.
Cabe preguntarse por el modelo económico que nuestros gestores establecerán ante el corpus patrimonial que está bajo su competencia. Si la reducción del gasto se lleva a cabo al márgen de las necesidades de las colecciones, la pérdida de una ingente cantidad de bienes culturales sera inevitable. La reducción del gasto debe llegar desde los archivos a la administración y no ser impuesta por la administración a los archivos. Una de las piedras angulares de la conservación del patrimonio es la imprescindible garantía de que las acciones requeridas para su preservación seran sostenidas por los presupuestos de la administración. Luis Pavão, conservador-restaurador de patrimonio fotográfico en la vecina República de Portugal, en su intervención en la “Conferencia Internacional 30 Años  de Ciencia en la Conservación de la Fotografía[8]” mostró catastróficos ejemplos de cómo afecta a los materiales fotográficos los cambios que produce la drástica reducción de los recursos que require la custodia. España se incorporó a la fotografía el 10 de noviembre de 1839, fecha en que Ramón Alabern y Casas (1810-1868) realizó el primer daguerrotipo en la ciudad de Barcelona. Desde entonces el corpus fotográfico realizado en nuestro país constituye un legado cultural de una capital importancia. La fotografía es una fuente documental extraordinariamente densa y frecuentemente malentendida. Abundan quienes confunden el patrimonio con la información que el patrimonio conlleva y quienes consideran que una vez que dicha información ha sido trasladada a otros soportes, es legítimo desantender a los originales. Ello equivaldría a proponer la conversion digital de las colecciones del Prado y luego relegar los originales a su suerte.
Los bienes culturales son muy sensibles a cuanto implica su custodia, que debe ser ejercida desde la ciencia, ya que en ella se contienen las secuencias que requiere su preservación. El patrimonio cultural sobre soporte fotográfico ha sido realizado desde numerosas técnicas cuyas estructuras morfológicas hacen que su adecuada preservación sea compleja. La experiencia de Portugal, llevada a a cabo desde una contención del gasto que tiende a ignorar la identidad morfológica de las colecciones, revela la facilidad con la que se desintegra aquella parte de las colecciones con un tiempo crítico de respuesta. Ello resulta especialmente sangrante cuando la destrucción de los biene culturales ocurre bajo la custodia institucional.
Algunas de las herramientas de la conservación de las fotografías son extraordinariamente activas, una, la de compartir experiencias ayuda a evitar fatales errores ya cometidos en el campo y que a igualdad de parámetros producirá similares resultados, otra, la que descansa en la ejecución de pruebas mediante el envejecimiento acelerado, permite prever de manera científica la evolución de nuestras colecciones ante un extenso abanico de variables que pueden alterar la esperanza de vida de los originales.
Es un hecho constatable que el patrimonio cultural sobre soporte fotográfico presenta una clara tendencia natural hacia su degradación parcial o completa. Las acciones llevadas a cabo desde el campo profesional permiten, en expresion de James Reilly[9], comprar tiempo para poder establecer la estrategia que requiere la organización de las líneas de defensa. La cinética química[10] demuestra que un negativo sobre soporte flexible de acetato de celulosa en buenas condiciones, que a 4ºC y una humedad relativa del 40% necesitaría de más de 400 años para desarrollar el síndrome del vinagre[11], se degrada en 17 a 24ºC y 70% de RH. La actual situación económica obliga a aceptar necesarios recortes, pero entre el mantenimiento de los parámetros óptimos y la eliminación la refrigeración- como ocurriera en algunos depósitos de Portugal- existen los pasos intermedios; a 21ºC y un 50% de RH compramos 50 años o lo que comúnmente se denomina dos generaciones.
Dado que una parte importante del patrimonio fotográfico exhibe algún tipo de deterioro, si mantenemos el ejemplo de un artefacto sobre base de acetato de celulosa pero que presente síntomas de un síndrome de vinagre en curso, los datos obtenidos son de todo punto preocupantes: custodiado a 4ºC y 40% de RH requeriría 70 años para su degradación, pero a 20,4ºC y 62% de RH - temperatura y humedad relativa media anual de la ciudad de Zaragoza[12] - el plazo se acorta a cuatro años, de ello podemos colegir que una legislatura que se inhibiera de la requerida custodia sería catastrófica para el corpus de matrices negativas más numeroso en los archivos españoles; lo que se puede cortar, pesar o medir no admite error.
Los profesionales de la custodia patrimonial podemos hacer una contribución impagable ante la actual crisis, si y solo si, se nos deja jeraquizar las actuaciones y gestionar los recursos que señalen los plazos. Podemos ser el puente que ayude a contener el gasto sin que se comprometa o se pierda un patrimonio que es de todos. Conocemos el estado de nuestros fondos y sus necesidades, ello nos permite definir cual es la mínima aportación económica con la que podemos llevar a cabo nuestro trabajo. Si por el contrario, la contención del gasto es establecida a espaldas de las necesidades del patrimonio en riesgo, mediante la cirujía de despacho, la degradación y la pérdida de importantes volúmenes de esta herencia común será una vergonzante realidad; un fracaso profesional incontestable y una negligencia política inasumible.

Angel Mª Fuentes
Conservador-restaurador de patrimonio en práctica privada





[1] Cortador de pasto a guadaña, uno de los deportes rurales en el País Vasco.
[2] RITZENTHALER, M. L.: “Archives and Manuscripts: Conservation. A Manual on Physical Care and Management” (SAA Basic Manual Series). Society of American Archivists.Chicago,1983.
[3] Tiempo estimado que tiene el custodio del original, originales o fondo para intervenirlos sin que se produzca deterioro o éste prospere a tenor de su estabilidad biológica, química o física y de los parámetros logísticos en que se establece la custodia.
[4] Llamado coloquialmente en el campo profesional como “ingreso de final de gasto”
[5] Llamado coloquialmente en el campo profesional como “ingreso de inio de gasto”
[6] Todos los plásticos absorben agua en mayor o menor medida y la descomposición de cualquier plástico formulado en celulosa produce ácidos. Cuando el nivel de ácido libre presente en el soporte alcanza determinados valores, la reacción pasa a ser autocatalítica (el agua se consume en la reacción y deja mayores valores de ácido remanente). En todos los plásticos formulados sobre cadenas de celulosa, el deterioro es producido por la misma reacción; la diferencia la establece el tipo de ácido que se genera. En el caso de la hidrólisis ácida del acetato, el ácido producido es el acético CH3-COOH (C2H4O2), que tiene un bajo poder oxidante y compromete poco las imágenes finales argénteas. En el caso de los soportes primarios de nitrato, el ácido producido es ácido nítrico HNO3, cuya capacidad de deterioro compromete no sólo la estructura completa del registro sino también las formas de protección directa, a muebles, archivadores y muy especialmente, al resto de piezas que compongan la colección
[7] Esta forma de deterioro viene determinada por la relación entre el agua presente en la atmósfera y el intercambio iónico producido en la superficie del vidrio. El agua intercambia uno de sus iones de hidrógeno (H) por uno de los iones del potasio (K) o del sodio (Na) presente en el vidrio. Este tipo de deterioro tiene dos consecuencias diferentes. Por un lado, el vidrio pierde parte de su capacidad estructural ya que los iones de hidrógeno son mucho más pequeños que cualquiera de los iones a los que puede reemplazar en el vidrio. Ante un exceso de humedad relativa, las moléculas de agua rellenan las cavernas dejadas por los iones de potasio o de sodio, manteniendo en parte su dureza. En climas de aridez, las microfracturas o cavernas dejadas por los iones de sodio o potasio quedan vacías, tornándose las placas de vidrio mucho más quebradizas. Por otro lado, el vidrio forma depósitos de sales alcalinas, las cuales reaccionan con los gases ácidos para formar sales alcalinas muy poco solubles. Esta alcalinidad de los depósitos puede atacar la estructura del vidrio y hacer que éste se disuelva. Estas sales son además higroscópicas, por lo que pueden causar la aparición de diminutas gotitas de humedad (soluciones salinas de alta concentración) en la superficie del vidrio (frecuentemente este fenómeno es referido como “vidrio sudado”).
[8] Logroño 20-23 de junio de 2011
[9] Director del Image Permanence Institute sito en el Rochester Institute of Technology (IPI/RIT)
[10] Rama de las ciencias físico-químicas que estudia la rapidez de reacción ante parámetros variables.
[11] Durante el inicio del deterioro por hidrólisis ácida de los soportes de acetato de celulosa se libera ácido acético  que genera un característico olor a vinagre.
[12] Datos del observatorio del aeropuerto de Zaragoza, periodo 1971-2000

No hay comentarios: