martes, 12 de junio de 2007

”Storyville. Portait, 1911”

”Storyville. Portait, 1911”

Ernest James Bellocq
Mirar el mundo otra vez. Galería Spectrum-Sotos. 25 años de fotografía. Catálogo
Ayuntamiento de Zaragoza 2002.




El utillaje fotográfico es sólo una sucesión precisa de herramientas que requieren de alguien que las use. Una Leica olvidada al fondo de un cajón es la parábola del cíclope Polifemo tras la infamia de Ulises: no descompondrán el mundo cambiante en un río de imágenes.

A veces, quien permanece olvidado es el autor y los vestigios del mundo que viviera. Este el caso de Ernest James Bellocq (1873-1949), fotógrafo, quién no ha encontrado su página en la Enciclopedia Internacional de Fotografía de M. y M. Auer por su trabajo industrial, barcos principalmente, sino por la memoria secreta de sus noches que jamás publicara en vida.

Bellocq nació en la Nueva Orleáns de un Sur que acababa de perder una guerra, ejerció como correcto fotógrafo comercial, como tantos, y murió, como todos. En 1958, el fotógrafo Lee Friedlander descubió 89 negativos sobre vidrio procedentes del estudio de Bellocq, que pudo comprar en 1966. Los positivó, con un respeto infrecuente entre fotográfos, mediante la técnica del ennegrecimiento directo. Bellocq nació de nuevo y, con él, los rostros y los cuerpos de las putas que reinaron en la Nueva Orleáns de los criollos, del jazz y de las guitarras resonadoras que habitaban los meandros finales del padre Mississipi.

La copia,”Storyville. Portait, 1911” rezuma una clara aportación de la fotografía sobre el dibujo, la pintura o los grabados, que ya la daguerrotipia exploró con profundidad; marca la insalvable diferencia entre los desnudos presentes en “El Sueño” de Courbet o en “la Muerte de Sardanápalo” de Delacroix y el retrato de la puta morena recostada en la silla: ella es real y ese momento ha sido, y nosotros lo vemos, como lo viera Bellocq. A esa omnisciencia de la fotografía debe el propietario de Play Boy su cuantiosa fortuna y más de un soldado el alivio en una guardia. Para la mayoría, el erotismo es un mundo sin precisas fronteras: pueden más esas mallas que cien pinceladas.

En las putas de Bellocq se sospecha un mundo que el encuadre sugiere; la naturalidad de las poses no traslada el incómodo diálogo modelo-autor, sino que se acomoda mejor a la no imposible amistad de putas y parroquianos.

En 1978 Louis Malle dirigió la película “Pretty Baby”, inspirada en la vida de Bellocq; la cinta, exquisita, no trasmite la intensidad del barrio Storyville que las placas contienen.

Friedlander rescató la memoria de Bellocq como lo hiciera Man Ray con Atget ó Theo con Vincent; Van Gogh no queda solo en la frecuente estadística de poder ser después de haber sido.

Ángel Mª Fuentes

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